Árboles en llamas como aparecidos
en medio de la espesura del bosque:
nieblas, densidades,
el alma busca a tientas el abrazo
intenso del Amado.
Dios habla desde el esplendor
de las flores, en el murmullo
infinito del agua, en la nube
rota que desde el cielo se esponja.
Luz tan hermosa que viste
de transparencia el hogar
de la mirada y la ternura.
Es el origen del fuego,
es Amor, es un dardo
ardiente que traspasa el corazón
y lo habita, dulce abandono
entre el rocío y las rosas,
un éxtasis de ángeles.
Eternidad presentida en la cárcel
del existir, cuando el cuerpo es prisión
y el deseo busca sereno las fronteras
de un Reino que no es de este mundo.
Fernando Alda Sánchez
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