Solo soy hierba que arde en un soplo
de fuego en el estío: como Job clamé
contra Ti, cuando no era nada
mientras creabas órbitas y planetas.
El salmista lo dice: ¿qué soy
para que te acuerdes de mi?
Y sin embargo, no me has arrojado
a la fosa, no caí herido en la red
del cazador, y ofreces un magnífico
banquete para mi ante mis enemigos.
El salmista lo recuerda:
eres mi refugio, mi alcázar,
y serán siempre mi sueño
y mis desvelos la alabanza que proclama
la grandeza de tu heredad.
Fernando Alda Sánchez
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