Una candela en la noche,
tanto negror y tan poca luz.
Sobre el páramo helado las estrellas,
Dios mío, mi Señor,
eres la llama,
la única llama,
Abba, en esta angustia
sin límites que siento
en las tinieblas
de vivir. Solo tu presencia,
nada más anhelo.
Tu misericordia,
Padre, tu misericordia.
Una mirada tuya
que encienda el gozo del alma,
como el que siempre espera
tener esperanza y un día
alcanza la Gloria de la Resurrección.
Fernando Alda Sánchez
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