Ilumina el mundo su crecer,
su engaño, la luz
dudosa de atardeceres
exiguos, brotes de sombra,
apenas brillos de miseria,
carbón oscuro.
Ese es el color de tus ojos,
que se han alimentado de tinieblas,
tantos años idos en pendencias
vanas, en enredos de zarza
seca y de alcoba, en tristes
presagios de amaneceres
tristes, en azumbres
de veneno y vanagloria.
Hoy regresas, ardido el pecho
en pasiones tenebrosas, inútiles
laberintos, duelos de nada,
pura iniquidad,
solo el sabor de la arena
en labios desérticos.
Misericordia, misericordia,
clamas ante la llama
encendida del Sagrario,
y Cristo te mira
con esos ojos que miran por dentro,
en la mirada
del Padre, que todo mal
redime, y es la paz,
el alma florida de lirios
y alondras, el abrazo eterno:
ego te absolvo... todo comienza,
es nueva el agua,
la luz renace,
y el aire abraza y te perfuma.
Fernando Alda Sánchez
No hay comentarios:
Publicar un comentario