de polvo en tus sandalias,
el primer gramo de aire
que sale de tus pulmones,
Señor, el rescoldo
más pequeño en la lumbre
que encendiste aquella noche
para espantar el frío,
una miga de pan de la Última
Cena en tus manos,
la luz final que ves
al cerrar los párpados
con el sueño,
la hoja seca que se cae del ramo
cuando te aclamaban al entrar
en Jerusalén,
la gota de vinagre más ínfima
que pudo posarse en tus labios
en el martirio de la Cruz,
la arena que pisaste
en cualquier camino de Galilea
y ya es sagrada,
la sombra de la higuera que no cortaste,
el grano de mostaza, la sal de la tierra,
el trigo entre la cizaña,
el ruego del centurión,
la carne del leproso que sanaste,
solo quisiera ser Zaqueo, Jairo,
María Magdalena,
¡Lázaro resucitado!
Mateo, Lucas, Santiago,
Juan y Pedro,
la samaritana en el pozo de Jacob,
red en el lago Tiberíades,
un pez, el cordero,
seguir caminando con los discípulos de Emaús,
la llama de una hoguera
en el Pretorio aquella noche,
un olivo junto a tu Oración,
una astilla de tu madero,
el ladrón bueno, el Cirineo,
y estar, para siempre,
contigo, el más pobre entre los pobres,
el último para entrar en tu Reino.
Fernando Alda Sánchez
BRAVO!
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