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jueves, 13 de junio de 2019

Recuérdanos

Exaltación de la jornada que vives,

gracia solar que bendice con su esplendor
los bruñidos perfiles de lo creado,
jubiloso don que te impulsa
y asiste en la celebración de lo más hermoso.
Cuando estés muerto, recuérdanos
siempre... es la oración
que en hora imprecisa de la madrugada
alzan a los luceros los amores
conquistados, los hijos que aguardan
el beso de su padre, las amistades
recobradas a lo largo de muchos,
muchos años. Cuando estés muerto...
tendrás memoria de nosotros,
brindaremos con cálidos
licores por la reconstrucción
de las batallas que perdimos y quisiéramos
haber ganado. Seremos
alma, el desencadenante
de la certeza, el abrazo
inmortal con el que soñamos
cada noche.
Cuando estés muerto... recuerda
las conversaciones, los amaneceres,
los apretones de manos y los abrazos, las imágenes
empañadas que permanecen
incólumes en los espejos,
la risa poderosa que invita a vivir;
recuerda el galope del viento
llamando en las ventanas,
el éxtasis del tiempo, la plenitud
intachable del mediodía.
Cuando estés muerto, recuérdanos
siempre... desde la torre
vigía, desde las colinas
en las que crecen la mandrágora
y el eléboro, desde el confín
imaginario de lo que acontece en el corazón.
Recuérdanos tal como fuimos,
un surco en la arena
mojada, la carta que no acabamos
de escribir en aquella tarde
espléndida bajo los tilos,
la estrofa suelta que no encuentra
acomodo en un poema
tristísimo, el punto y seguido
en un discurso demasiado
extenso. Ten memoria de nosotros,
pues de lo contrario no seremos.
Despierte entonces la garganta
que duerme y aclame,
por los siglos y en los siglos,
el respeto que merece.
Cuando estés muerto, recuérdanos
siempre...


Fernando Alda Sánchez




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