Lívido litoral que en la lejanía
se vislumbra, línea
quebrada de acantilados y playas
en los que naufragó el bajel
de la nostalgia y la pereza, mar
erizado de oleajes y espumas
que describen hombres,
países y cartas náuticas,
legado de otros viajeros que a las estrellas
brindaron su deseo,
hoy sólo el paso del viento
por este desierto de agua
salada. Ya es tarde, nunca anochece
y en tu voz se han abierto,
como rosas ajadas,
una pena y una lágrima...
Fernando Alda Sánchez
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