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lunes, 17 de junio de 2019

Si un perfume...

Si un perfume fuera señal

suficiente para detener el tiempo,
Estigia la laguna que buscas
con desmedido afán, en este viaje
entre hogueras, allí donde se teje
la leyenda, y en el transcurrir
exagerado de este vital periplo
dejases unas flores muy frescas,
recién cortadas de entre el verdor
en el que crecían, sería entonces
el momento deseado en el que encender
la voz, en el que caldear las alcobas
inhabitadas, en el que descifrar
el embeleso de los sueños
olvidados o perseguir
entre columnatas de alabastro
y dóricos capiteles, el ascenso
imparable del humo, el vértigo
que se siente al morderse
la manzana envenenada.
Sólo así será borrado el sacrificio
que ofreciste, entrañas de aves
pútridas, que los dioses no quisieron
para congoja tuya. Si ha de amanecer,
que sea temprano, y que los gallos
aún duerman en esta pesadilla
de infortunio, pues el que es el exterminador
pasará afilando su acero
y se llevará consigo todo
aquello que no duerma.
No habrá una madre que en su regazo
acune la soledad que te guía,
ni te limitará los dedos manchados
con la brea de la infamia.
Eres el testigo que lo vió todo,
mas no puedes contar nada,
y siendo ese el tormento que te aqueja,
bálsamos quisieras para reconfortar
los desgarros, las llagas que va dejando
inmisericorde el dolor
cuando asedia al corazón, cuando
abate su pieza y se cobra su aliento,
el precio que hay que pagar
inevitablemente para no fenecer
en el intento de vivir,
en la pasión de seguir muriendo.

Fernando Alda Sánchez



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