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martes, 30 de julio de 2019

El evadido

Un hombre caído mira silencioso

los campos, en su mirada la luz
se vuelve desolado páramo; sabe
que nunca alcanzará las últimas
colinas de pálidas alamedas;
en la plácida sombra divisaría
su aldea, el zaguán del que partió
un negro enero con el canto
desgajado de los gallos: iba
huyendo del tormentoso Tribunal,
que azuzaba sus canes: ciudades
supieron su desgracia en la soledad
del exilio, huido siempre
entre dos luces y en el pecho
una pavesa de nostalgia:
libros de Rotterdam
y un sueño de reforma.
Enfermo, quisiste morir
en alcoba conocida, mas ahora,
entre ruda retama, no verás
contra el aire, desde el pinar,
la esbelta espadaña
de ladrillo rojo, ni el filo
fulgente de la cigüeña o el vagar
de los galgos:
nada queda de ti
tras los montes. Será la luna
piedra sepulcral de tu abandono.


Fernando Alda Sánchez


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