Han muerto los héroes y es ceniza su laurel,
que batir suave de álamos
arrastra en las colinas de plata:
solo arcos de triunfo en ruina
recuerdan legiones, a infantes de ojos
abrasados por la pólvora, hijos del abandono,
soldados desconocidos.
Aquí yace su memoria: lapidarios
de mármol, anónimo incienso,
una llama,
una inscripción tristísima entre la niebla.
Fernando Alda Sánchez
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