Sus huesos jamás florecerán en el deseo,
ni un árbol dará apacible
sombra o la luna dormirá
a su costado: todos saben
quien aquí yace, pues la tierra
alumbra el color del veneno.
No preguntes, viajero, o no habrá
vino en tus labios ni lecho
para tu fatiga. Adivina en el rastro
de las lágrimas y en el temple de la voz:
algo develarás, pero no su nombre.
Fernando Alda Sánchez
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