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martes, 9 de julio de 2019

Polvo enamorado

"Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado".

Francisco de Quevedo



Quizá escribió en primavera el aroma

de flores que se tornaban sombrías a sus ojos,
o el canto pausado de las aves
fuera estridente rozar de cadenas;
no se llegó a descifrar el temblor
implorante de sus últimas palabras,
cuando en el delirio del arsénico
atravesó ardiendo la frontera de la vida.
Acaso muriera de amor, hendidos
sus labios por besos o ascuas de un amante
desparecido; entre algunas pulseras
y gemas desvaídas, 
ocultas en un cofrecillo,
asomó su letra delicada en los restos
de un diario que su alma de mujer
dejó allí como nieve.
Enterrada bajo abedules, con el olvido
de los suicidas y el secreto de una mano
misericordiosa, bajo losa que el musgo 
lame en soledad, aún sus cenizas
amargas no han hallado consuelo.



Fernando Alda Sánchez


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