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lunes, 1 de julio de 2019

Que entre los árboles un helor...

Círculos vespertinos de cieno, estatuas

núbiles para la luz sobre los estanques,
aljibes de aroma, en los pozos del laberinto,
mórbidas raíces, un clamor de tentáculos
que atenazaron tu garganta entre los naranjos.
La ceniza entenebrece las claraboyas,
las azules luminarias, los ampulosos
velos del mediodía y coronas la tarde
atacado de venenos,
conoces que no era un sueño,
que entre los árboles un helor,
un bulto deforme y negro
se arrastraba:
pasa la muerte bajo el sol.
Lejos aquellos días en que agotabas
el jadeo del vino
entre la plata, belfo sanguíneo,
y el corzo aún resollaba en tus jardines
entre el boj y los magnolios,
y el incienso, las ricas maderas,
y el ónice y la ofita aún lucían en los patios
llovidos de geranios y claros rosales
entre la luminosidad del día.
Todo ha terminado; la tiniebla despierta
sus ollares, jinetes
nocturnos invaden tu palacio:
el pecho entrega manso el corazón a la espada.


Fernando Alda Sánchez




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