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sábado, 21 de septiembre de 2019

Búsqueda

La verdad es ciega. No tiene corazón. No tiene entrañas vestidas de sangre, ni el fuego amuebla con su trazo de reptil las estancias o hay rescoldos para mitigar el frío del alma. En el silencio está la creación, el acto de crear, como una fuente que mana sin atributos.

Quizá el hallazgo de un filo que recorre la médula, y escribes, o la belleza, hendido. Un ángel hiriera, no en la corteza, sino la savia misma. No se puede ver, el tacto es mudo, o sonidos que claman como sirenas en el engaño.

No es agua. Tal vez arena, o pétalos de flores, en la estancia. Y no hay escalas, ni está Jacob; ni los sueños son posibles. Solo el cierzo acompaña un largo amanecer, tal vez de años, con la luz prendida en los talones. Es ceniza, acaso extremaunción. Mas su ausencia, perfil oscuro, desciende en la garganta del alma, nido cálido o plumón, si la visión entrecortada.

La verdad toca deseos, abre caminos. Si caído. No amargura, el verbo adormecido que despierta y es nombrado, en un solo nombre, un encuentro. Acaso visión que quema. No hacen falta otros, tan solo para ti basta.

Fernando Alda Sánchez



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