con labios que sonríen y ojos verdes
mientras la tarde en su jardín me encierra
y me incendia y abrasa con sus pájaros".
Así comienza el poema "Hora de amor", del libro "El misterioso amante", del poeta, prosista, traductor y profesor Ricardo Molina (Puente Genil, 1917 - Córdoba, 1968) uno de los fundadores de la Revista "Cántico", de Córdoba, que tanto supuso en la poesía de la postguerra española. En la aventura de esa revista estuvo junto a Pablo García Baena, del que también he hablado en este blog, y otros poetas de talla como Juan Bernier o Julio Aumente.
Guardo como oro en paño en mi biblioteca la edición de las obras poéticas completas de Ricardo Molina llevada a cabo en dos bellos volúmenes por la Diputación Provincial de Córdoba, en 1982, Granada, por Antonio Ubago, Editor. El lector también puede encontrar una edición completa de los poemarios de este cordobés en Visor, Madrid, 2007.
La poesía simbolista de Ricardo Molina es de una belleza encendida, de un lirismo sereno, de una constancia admirable, una belleza que no parece de este mundo. De él dice Dámaso Alonso, en el pórtico de la edición de las obras completas realizada por la Diputación, lo siguiente: "Ricardo, qué cantidad de armónica belleza nos has dejado. Yo leo tus páginas preciosas y el corazón me palpita con desconocida intensidad" y también que "tú eras el creador, y te has ido. Contigo se ha marchado lo activo acrecentador, ese manantial de tu emoción, ese volcán de tu belleza", a lo que añade: "Si estuvieras aún entre nosotros, crecería constantemente la densidad de nuestro ensueño, la intensidad de nuestra vida; con el aumento de tu poesía, hasta ser vida ya de poesía".
Eso es lo que encontramos en los versos de Ricardo Molina, la vida, la belleza, a raudales, con emocionada intensidad, pues
"La vida
murmura entre geranios
calladamente una canción muy honda"
como escribe en su poema "La casa", del poemario del mismo título, o dice en "Recitativo":
"En el más hondo abismo del golfo humano
hay algo secreto, profundo, inviolable,
allí donde las ondas oscuras nunca se mueven,
donde los ojos fosforescentes de la conciencia se apagan
y el pez ciego del deseo nada libre".
Gozosa lectura.
Fernando Alda Sánchez
Os dejo la portada de la edición realizada por Visor
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