Murió la noche en pavesas
y aún perdura un aroma de luceros,
cuando asomada al balcón
el alba deja en tu mirada la sombra del otoño,
y queda en ti el pesar
oculto de la soledad: ayer, entre los mirtos,
el aire oscuro y la tarde agua,
encendiste una oración,
acaso Dios abriera los cielos; y hoy miras
la vida que fluye y se detiene,
y anhelas una pasión
que te incendie las entrañas.
Fernando Alda Sánchez
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