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lunes, 16 de septiembre de 2019

Soñar del alma

      El espíritu desnudo, como un tapial de adobe, frente al sol que amanece. Como en el parto, primera luz, un paso nuevo en el mundo, de recién nacido, como cuando tocas el vacío, y eres lágrima, una frialdad, la Nada hilvanada en el Todo, igual que al caer una hoja se estremece el aire, en otoño.

       Y es agua, que mana del cielo, pero no lluvia, agua de una fuente escondida, enraizada en la arena, una pincelada transparente que Dios deja en el corazón de los hombres, el sueño de un ángel, un velo apenas, una neblina, escarcha o rocío que los dedos no tocan, que no se ve ni se adivina.

        Y sin embargo es de fuego, como espada, y camina o te anuda la garganta, o es un dragón furioso que en el incendio reparte cenizas en cada latido. Y no gusta de máscaras, ni de servidores, aunque tiende trampas, celadas muy ocultas, o despierta en medio de la noche.

         Cuando el aliento está entregado, ya en brazos de madera y soñar de tierra, es lo eterno, lo que de ti perdura, lo que no es de este mundo, ni del viento, ni cabe en una fosa o puede borrar la nieve.

Fernando Alda Sánchez





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