Y es agua, que mana del cielo, pero no lluvia, agua de una fuente escondida, enraizada en la arena, una pincelada transparente que Dios deja en el corazón de los hombres, el sueño de un ángel, un velo apenas, una neblina, escarcha o rocío que los dedos no tocan, que no se ve ni se adivina.
Y sin embargo es de fuego, como espada, y camina o te anuda la garganta, o es un dragón furioso que en el incendio reparte cenizas en cada latido. Y no gusta de máscaras, ni de servidores, aunque tiende trampas, celadas muy ocultas, o despierta en medio de la noche.
Cuando el aliento está entregado, ya en brazos de madera y soñar de tierra, es lo eterno, lo que de ti perdura, lo que no es de este mundo, ni del viento, ni cabe en una fosa o puede borrar la nieve.
Fernando Alda Sánchez
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