Sepulcro entre la bruma
tal esbozo indeciso de figura humana,
en lugar desconocido que sólo el viento nombra;
un gozo ajeno de lujo intenso
persiste, enerva el labio
frágil de lo muerto: únicamente el silencio
se repite. No importa quién allí yaciera;
ágiles dedos profanaron su secreto.
Vestigios pálidos o añicos humanos,
escarchas sombrías, algún fulgor restituido
que el recuerdo enhebra incierto;
son imposibles la resurrección y la memoria.
El búho, la luna, la lobada acechante,
como fauces de la noche.
Hoy es atrio de errantes,
idólatras, fraternos todos en un destello único
que invoca el mal.
Sus ritos reclaman sangre, entrañas híspidas,
nucas glabras, cráneos
que al puñal ofrecen insaciables.
Es leyenda: mucho sabe el fuego
entre los viejos.
Fernando Alda Sánchez
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