"Hora crepuscular. Un guardillón con ventano
angosto, lleno de sol. Retratos, grabados,
autógrafos repartidos por las paredes, sujetos
con chinches de dibujante. Conversación lánguida
de un hombre ciego y una mujer pelirrubia, triste
y fatigada. El hombre ciego es un hiperbólico
andaluz, poeta de odas y madrigales, Máximo
Estrella. A la pelirrubia, por ser francesa, le dicen
en la vecindad Madama Collet.
MAX: Vuelve a leerme la carta del Buey Apis.
MADAMA COLLET: Ten paciencia, Max.
MAX: Pudo esperar a que me enterrasen.
MADAMA COLLET: Le toca ir delante.
MAX: ¡Collet, mal vamos a vernos sin esas cuatro
crónicas! ¿Dónde gano yo veinte duros, Collet?
MADAMA COLLET: Otra puerta se abrirá.
MAX: La de la muerte. Podemos suicidarnos
colectivamente". Este es el comienzo de la primera escena de "Luces de bohemia", la genial obra del no menos genial Ramón María del Valle-Inclán (Villanueva de Arosa, 1866 - Santiago de Compostela, 1936).
Probablemente con el párrafo anterior ya está todo dicho sobre Valle-Inclán, que comenzó siendo un escritor modernista y acabó adscrito a la Generación del 98. Para mi es inclasificable.
"Luces de bohemia", publicada por primera vez en 1924, es la culminación de lo que Valle llamó el "esperpento", es decir, es el esperpento en estado puro, o una desmitificación de la realidad a través del humor, de la deformación de los personajes, a medio camino entre lo absurdo y lo trágico, quizá porque la realidad de la España del momento era triste y estaba traspasada de un pesimismo profundo y atávico. En el esperpento están, también, quizá, el sarcasmo de Quevedo y las pinturas negras de Goya, con sus especiales visiones del mundo, también en una España en ruinas.
En el esperpento, para mi gusto, está lo mejor del teatro de Valle-Inclán. Junto a "Luces de bohemia" es necesario citar el inovlidable "Martes de carnaval", conformada por tres piezas, y la colección de "Retablo de la Avaricia, la Lujuria y la Muerte". Con estas obras inició, por su originalidad, su fuerza, su imaginación, una renovación del teatro español de principios del siglo XX, abriendo nuevos espacios y dimensiones escénicas.
Deliciosa y agria lectura, al mismo tiempo, son estas "Luces de bohemia", escritor de "triste figura", Estrella, una obra teatral lúcida como pocas en la que no hay hueco para respirar, casi, aunque sí una profunda ternura por los personajes que pueblan la representación, personajes que avanzan en medio de un viaje alucinado y alucinante.
Fernando Alda Sánchez
Portada de la más reciente edición de Espasa Calpe en la Colección Austral, a cargo de Alfonso Zamora Vicente
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