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viernes, 18 de octubre de 2019

Batalla de traiciones

El sabor ignorado de la cicuta

que por tus labios derrama su insolencia,
el remite anónimo de alguien
que te escribe desde el exilio,
la idolatría a tanta muerte
y a tanta desolación.
Entornada está el alma
frente al mediodía de las acusaciones,
esperando el veredicto de la conciencia.
Sería ahora la ocasión
perfecta para no ocultar la desidia
del tiempo muerto, la deriva
de la sinrazón, para afirmar
el fluido de la sangre en las aurículas
de corazones embargados, de las vidas
fracasadas que has ido dejando
en los raíles de las estaciones
abandonadas,
entre los equipajes
muertos que permanecen
llorando en los andenes,
en la inmensidad de la mirada
de la noche y de la luna.
Asperjas una savia,
densa y olorosa, sobre el dédalo
ilusionado de las emociones
que se marchitarán en los arriates
del descontento. No es tu cadáver
el que yace sobre la mesa de autopsias,
no habrá réquiem, ni catafalcos
aterciopelados, ni las siemprevivas
adornarán marmóreas lápidas
mudas bajo las que habita el gusano del mal.
Sin que sirva de precedente,
esta vez fortuna fue tu cómplice,
el necesario aliado en esta intensa
batalla plagada de traidores,
de traiciones y múltiples engaños.

Fernando Alda Sánchez



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