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jueves, 17 de octubre de 2019

Quizá Lisboa...





          Es hoy el paisaje al que me asomo pura tristeza. El verano se ha ido entre lágrimas y ahora solo hay ausencias. Sí, es otoño, y tal vez por eso te acuerdas de otro Fernando, Pessoa de apellido, en su café de aquella Lisboa desdibujada contra el cielo, que rezuma el olor de los fados por sus esquinas, entre el Tajo y el mar, presagiando melancolías atroces y amortajando las miradas muertas de la lejanía.

           Desconozco el origen de estos recuerdos, de por qué Pessoa y no otro me viene hoy a la memoria, de por qué sueño con Lisboa y dejo que sus tranvías aviven lo ya vivido, y no lo por vivir. Es acaso un juego literario, un volver al pasado para buscar recursos, o, simplemente, que en ocasiones el alma se vuelve caprichosa y destapa rostros, efigies, versos incluso, sin criterio, por el puro placer de hacerlo.

          Solamente la escritura parece ser una certeza a la que aferrarse en estos momentos de frío hondo, de helor, de escalofríos que sientes en los párpados del corazón, que se niega a ver, a  sentir, a buscar un mínimo rescoldo con el que calentar el presente. Solo lo escrito parece salvarle a uno de tanta zozobra, de la devastación del tiempo, pues éste viene con un sudario no estrenado al que quiere poner nombre.

           Será el paisaje, o será el que escribe, que no se encuentran, pues no hay palabras para describir, en ocasiones, esos pozos profundos que se abren en las entrañas, y estás como el San Manuel Bueno, mártir, de Miguel de Unamuno, frente a la paradoja que es vivir y creer, muy solo, clamando.

          En el fondo deseo que todo esto sea únicamente efecto de la lluvia, que ha regresado, y que mantiene su insistencia como llamando a la puerta de casa, diciendo que ha venido para quedarse, pero no estoy seguro de lo que digo, pues parece que habito en una región incierta que no figura en los mapas que suelo utilizar a diario para encontrar el rumbo.

        No más tristezas, que los lectores tendrán las suyas, y no es bueno insistir con tantas nostalgias errabundas y sentimientos rotos. Lo prometo, aguantaré mi vela.

Fernando Alda Sánchez

Nota: La foto es de Lisboa y pertenece a Sandemans New Europe


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