Cuadernos demasiado breves
para poemas tan extensos,
luz de tinta derretida, una mirada
acuosa en la que reinan las lágrimas,
cuánta tristeza que ya ha tocado
fondo. Tal vez sea ahora el momento
de convocar a la esperanza
a los nuevos amaneceres
que quisiéramos tener
y que no hemos sido capaces de vestir.
Vencidos estandartes,
arruinados muros,
un silencio que solo se puede
encontrar en los cementerios:
adargas quebradas, falcatas
mohosas, el cinerario
aroma que se desprende
de esta batalla tan antigua
como la muerte: un fulgor
breve antes de la extinción.
Tal vez sea ahora este el momento
de respirar muy hondo, de redimir
nuestros sueños y sus culpas,
de ascender de nuevo hasta el cenit
para nunca más caer,
ángel airado que vertical
alcanzase las últimas
moradas de la atmósfera.
Fernando Alda Sánchez
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