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viernes, 11 de octubre de 2019

Bicicletas

Bicicletas que el óxido devora

junto a la baranda de un canal
de aguas quietas y oscuras,
apenas letras y números
se adivinan sobre la pintura
sucia, gastada, colores
macilentos, un reflejo
desleído que casi no devuelve
imágenes, turbias
figuras que se mueven en el agua
como peces dormidos,
plateados presagios de extinción..
Metal y caucho en férrea
estructura geométrica que desafía
el vertical equilibrio,
mientras el reclinado manillar
espera el tacto amable de las manos
que le devuelvan a la vida,
al impulso y la velocidad latentes,
tras la quietud no elegida,
tras el reposo inalterado.
Ruedas, cadenas, pedales, faros,
tal vez restos que emergiesen
de una fosa muy antigua,
como una ofrenda
mineral a un recuerdo peligroso,
consumidas ya las luminarias
que implorasen su perdón.
Es el mediodía tan gris,
está tan raído, que ya no es
memoria de fulgores pasados,
si no solo la estampa del fracaso,
túnicas mortecinas, piel ajada,
la fotografía imprecisa
de lo que nunca has soñado
y ya no puede ser remembranza
de la cornalina, la iridiscencia
del cuarzo, el helor de la pirita.
Bicicletas que esperan, como tú,
varadas y solas,
el clamor del oleaje,
el rumbo de un timón de fuerza
hacia caminos y veredas,
en la sagrada conjunción
de cielos y horizontes en los que habita
el deseo, la pasión de volver a ser hombre.

Fernando Alda Sánchez

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