Esta noche soñaré con las cumbres de las montañas, con mi Sierra de Gredos, con el Almanzor, La Galana, La Mira, Los Galayos, El Morezón o El Torozo, los Tres Hermanitos, que regresan de la memoria desde un no dibujado mapa de Ávila que guardo en secreto para ocasiones muy especiales. Y junto a las montañas, los ríos, el Tormes, el Alberche, el magro Adaja que solo lleva arena y desolación en los veranos, pero que abraza la Muralla de esta casa que me acoge con tierno afecto.
Siempre regresar a las cumbres, y alcanzarlas, para no quedarnos a medio camino, como Sísifos tristes y abandonados en su ascensión. Confieso que alcanzar la cumbre de una montaña, aunque su altura no sea mucha, es uno de esos gozos que conservo en las alcobas más profundas del alma, junto a las memorias imborrables de lo que la vida va dejando en los estratos de la piel y de los sueños, sin endurecerlos.
Recordaré paisajes de tierra y nubes, pero también paisajes de almas, de susurros, del cálido acontecer de los días, mientras asciendes, en pleno esfuerzo de músculos y espíritu, animado por una extraña inteligencia que te va diciendo que arriba está lo mejor, tal vez el esbozo del rostro de Dios, que no podemos ver cara a cara, y presentir que junto a las águilas también estará tu vuelo enamorado aunque inconcluso, como un remanso de silencio y de despertares, en el alba de la Creación.
Miraré las montañas y en el corazón se encenderá una hoguera de salutaciones, el cálido abrigo frente a la noche y la soledad, y añoraré el cantar pastoril de los rebaños que ahora comienzan a regresar a los pastos de invierno, abandonando las alturas y los gozos estivales, invocando la llegada de diciembre, el enero interminable, febrero con sus breves misericordias de sol, con las que se calienta el alma después de tanta helada desolación.
Miraré las montañas, pero no habrá nostalgia en mis ojos; regresaré a ellas como el que vuelve a una Ítaca de tierra adentro, rodeada de bosques y de ensalmos, de la magia que encierran los árboles y sus raíces, el fulgor de los prados, la nieve que coronará en breve estas testas de piedra brava, y será entonces el júbilo, la celebración de los días, el retorno y la gloria.
Fernando Alda Sánchez
Nota: La foto la realizó el que suscribe este verano, en la Sierra de Gredos, Ávila, España, en el Puerto del Peón. Al fondo, el espaldar de Los Galayos, el Gran Galayo y las canales Seca y Reseca. Se aprecian en primer plano machos de cabra montés, nobles habitantes de estas desoladas alturas.
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