Como el gladiador en el Coliseo
te vas desmembrando en fiero
combate, la ilusión es necedad
incruenta, mientras tú mismo
aclamas el logro imposible
de mirarte a los ojos y descubrir
lo que hay en ti de cierto.
Glauca atmósfera envuelve
el caminar desacertado
de las solas ideas, como queriendo
enmascarar su tibieza, la debilidad
flagrante que contienen:
primero la vida, después la filosofía,
tal vez hablaremos más tarde
de haber sentido el agua
escaparse entre los dedos,
después de haber amado
intensamente la luz y las tinieblas,
tras haber libado el arsénico
de la esperanza y haber bailado
un vals muy lento con ángeles
y demonios o haber visitado
al dolor en su domicilio.
Hablaremos en las ágoras
que aún nos restan por recorrer
y desde los púlpitos que nos han prestado,
hablaremos para no callar,
para eludir el helor curvo
que porta la muerte,
hablaremos para ser y para amar,
hablaremos para no enloquecer
igual que escribimos para seguir siendo la frágil
arcilla que un día abandonó su molde.
Fernando Alda Sánchez
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