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lunes, 21 de octubre de 2019

En el bosque, mi casa




         Cierro los ojos y sueño con bosques sagrados. Veo los árboles encenderse en el otoño, llamándome por mi nombre, bajo la lluvia y el desamor del tiempo. Y se que en el bosque está mi casa, el hogar que busco, el cálido aliento que envuelve la vida, casi el origen. Entre los líquenes y el musgo, bajo la soledad aérea del muérdago, junto a la espesura de los helechos.

         El bosque es el lugar al que quiero regresar siempre, como la cuna primigenia, el útero materno, acaso más allá, el sueño de Dios. Regresar es evocar también, es dejar nacer los recuerdos de entre el humus, como los boletus o los níscalos que en estos días salimos a buscar. Regresar es recordar, pues es hacer presente el pasado, en un juego de malabares no fácil de ejecutar con maestría.

          Las palabras son raíces, son árboles de ese bosque, que se van entretejiendo, creando belleza, uniendo sentimientos, haciendo crecer la vida, raíces y ramas que dialogan desde la noche y desde el paisaje, y soñando existo, en medio de esos árboles que me acompañan, uno tras otro, en el paseo que hago por la memoria y la desolación.

          Llevo dentro de mi un bosque que voy sintiendo crecer, un bosque en el alma que nos alimenta, un bosque poblado de todo aquello que nos hace ser nosotros, y siento las raíces que siguen buscando, desde antiguo, nuevos suelos fértiles, el agua esencial, las rocas en las que afianzar sus certezas.

          En el bosque sueño.

Fernando Alda Sánchez

     Nota: La foto está tomada por el que suscribe en los bosques existentes en el camino hacia el Santuario de San Pedro de Alcántara, Arenas de San Pedro, Ávila, España.

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