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miércoles, 16 de octubre de 2019

Mirar Castilla


           Mirar el mundo es mucho más que verlo, es comprenderlo, es amarlo, es descubrir las entretelas de las personas, la belleza que irradian las almas, la luz que arde en un paisaje hermoso. Ayer miré Castilla, los campos yermos en este otoño al que le está costando sacar sus colores más preciosos. Distancia de ida y vuelta mirando estas soledades que parecían acompañarme en el transcurrir de las horas en los largos caminos del adiós y de la esperanza.

          Desde los oteros la transparencia del aire me regalaba todo su perfume, el olor de lo que se prepara para morir, en las sementeras, el dibujo de lo que será muerte y luego vida, como el grano de mostaza, Cristo mismo que desde la penumbra de las ermitas escondidas en los pliegues del paisaje nos llama en un susurro de alondras.

          Tanta belleza se me quedaba prendida en los ojos, como si no quisiera irse o desvanecerse después de haber sido vista, después de haber sido mirada, tras haber conseguido desvelar su secreto, el origen de todo. Eran como rescoldos que no podían apagarse con un poco de agua, rescoldos que la brisa serena seguía avivando en la memoria. Al llegar a casa, al dormir, al cerrar los párpados, la hoguera seguía ardiendo, quizá para siempre.

           Y es que no podemos dejar de mirar, no podemos dejar de comprender, no podemos dejar de amar tanto como se nos ofrece cada día, tanto como creamos, junto a Dios, en este mundo que nos ha sido dado en herencia y que tenemos que cuidar para que siga siendo legado y futuro. No podemos dejar de mirar el vuelo del milano, que dibuja círculos y ausencias, o el caer de la lluvia que va desgranando nuestras esencias, aquellas que atesoramos en lo más profundo del ser.

        Ayer miré esta Castilla mía y, entre versos y prosas que no se olvidan nunca, pues siguen creciendo más allá del tiempo, recordaba otras vidas, otras gentes, otros sucesos, otros anhelos, de los que han habitado estos paisajes, y aquí vivieron y amaron, aquí sufrieron, aquí alcanzaron la gloria y la vida eterna. Y confieso, una vez más, que no podía dejar de mirar.

Fernando Alda Sánchez


Foto tomada de minube.com

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