Traigo en esta mañana de octubre en la que el sol se esconde entre algunas nubes una de esas joyas literarias con las que José Martínez Ruiz, Azorín (Monóvar, 1873 - Madrid, 1967), nos sigue deleitando la vida a aquellos que nos gusta leer con calma, al amparo de esta Castilla que nos acoge como una madre.
"Un pueblecito, Riofrío de Ávila" es un libro para leer con mucho silencio, pensando en España como pensaba Azorín, disfrutando, además, del estilo del autor, y mirando el paisaje, en esta ocasión entre montañas de Ávila, entre las Sierras de la Paramera y de Yemas, en un hondo valle, junto al río Mayor, al que cada vez que me asomo y veo Riofrío, un pequeño pueblo, escondido, casi un paraíso, no puedo dejar de pensar en lo que escribiera Azorín sobre él y sobre otras cuestiones. Es el paisaje azoriniano con toda su pureza, un paisaje material, pero un paisaje espiritual también, pues Riofrío es también un lugar en el que el escritor habita mientras escribe este delicioso libro.
Con su prosa Azorín analiza el mundo, la realidad, que va diseccionando con amor, hasta el último detalle de la vida cotidiana que nos sale al paso. Por eso este libro bien puede considerarse como un compendio de cómo escribe y cómo piensa Azorín.
"Un pueblecito" no es una de sus obras más conocidas, pero para mí, como abulense, que un escritor y ensayista de tan gran altura se fijase en este pequeño pueblo, "casi una aldea", como él dice, que parece haberse detenido en el tiempo entonces y ahora, y que se mantiene intacto,como desde siempres, con toda su pureza. No ha muchos meses, en este mismo año, que visité Riofrío, y el lugar mantiene su esencia. Y recordé entonces, como lo hago ahora, el juego literario del que se sirve Azorín para escribir el libro, con Bejarano de por medio (no desvelaré este recurso, dejándoselo al lector), para aumentar el misterio.
Quizá es que entonces y ahora también solo se puede descubrir el alma de España desde un pueblecito como Riofrío, inadvertido casi para el mundanal ruido, buscando el agua, la soledad, las cumbres y los páramos, y escribiendo como lo hace Azorín, que es deleite puro para aquel que se asoma sin prisas ni prejuicios a la obra de uno de nuestros más grandes escritores.
Termino anotando en el blog que es una suerte poder visitar los lugares que inspiraron obras literarias o de pintura que amamos. Este es mi caso que, además, lo tengo a la vuelta de la esquina, pues Riofrío está muy cerca de la Ciudad de Ávila.
Fernando Alda Sánchez
En casa guardo una quinta edición del libro, en Espasa Calpe, Colección Austral, del año 1980, Madrid. Os dejo la portada de una edición anterior que es posible encontrar de segunda mano en internet, de la misma editorial
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