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miércoles, 2 de octubre de 2019

Volvemos a los libros



 

          Volvemos a los libros siempre que los necesitamos. Nos acompañan, siempre. Como dice José Jiménez Lozano necesitamos estar acompañados. En ocasiones, con poca cosa nos basta, un trozo de ladrillo gastado, una cuerda con la que venía atado un paquete de libros, afirma él, y yo añado, con una vieja fotografía que nos redime de la nostalgia, una pluma estilográfica con la que hemos escrito unos versos o, simplemente, los recuerdos que nos brotan del alma y nos salvan de la tristeza.

          Guardamos los libros como tesoros, en las bibliotecas particulares, pero también en las públicas, a las que es bueno acudir cuando la necesidad (bien por un libro descatalogado que nos hace falta o bien por que no nos alcanza el presupuesto para adquirirlo) nos acucia a ello, aunque también es verdad que es maravilloso visitar las bibliotecas, grandes o pequeñas, por el puro placer de hacerlo, para estar acompañados, para saber que tenemos los libros a mano. Que están ahí. Ahora, además, tenemos las bibliotecas digitales, que nos facilitan el trabajo, pues estamos conectados a ellas igual que lo estamos a la aldea global. Ceros y unos viajando por el eter, salvando antiguas e imposibles distancias.

          Claro que como la biblioteca de casa no hay nada, por pequeña que sea, pues la hemos vivido mientras la estábamos leyendo, y la vivimos todos los días, cuando miramos los volúmenes, que parecen tranquilos pese a que en sus páginas guarden el desasosiego, o cuando volvemos a soñar lo que ya leímos. Son ellos, nuestra compañía, nuestro desvelo, el amor que siempre profesamos a lo escrito.

          Volvemos a los libros, que siguen vivos en nuestra memoria, más allá del recuerdo, más allá de la vivencia, como mudos testigos de lo que ha sido, y seguirá siendo, nuestra vida, y lo hacemos con la conciencia de que son parte de nosotros, pues nos han ayudado a vivir, a crecer, a sentir, a amar, a creer. Nunca los olvidaremos. Ellos nos buscan cuando saben que estamos en silencio o en soledad. Saben de nuestras derrotas, de nuestros naufragios, pero también de la alegría que nace del corazón del ser humano, de las primaveras y de los otoños, de los largos inviernos, de las lágrimas y de las contiendas, saben del luminoso verano, y de todo aquello cuanto albergamos en las entretelas del corazón.

          Los libros son fieles compañeros de viaje, sea cual sea su formato (pues ahora coinciden los impresos en papel con los digitales) y su compañía es grata para el alma. ¿De cuántas situaciones adversas nos han salvado? Ellos llevan nuestra memoria, son la llama sagrada que no se apaga en nuestro interior. Son luz y camino. No lo olvidemos nunca. Nos necesitan para vivir.

Fernando Alda Sánchez







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