Si en el mediodía el sol ha dejado
sus huevos de serpiente,
un áspid amenazante,
y son las horas que transcurren
imaginadas el desvelamiento
de las memorias no escritas,
en la calma existencial,
inalcanzable paraíso,
residirá el desasosiego que mueve
nuestros huesos, la patria
potestad de cuanto hemos sido.
No somos nosotros, solo
reflejos de la platónica
caverna, hijos de la soledad
que el resplandor hiere y tal vez
resucita en su provervial
ceguera, como topos
que siguen cavando galerías
hacia ninguna parte,
laberintos inconclusos
en los que se perderá
el asombro, la admiración
por la luz de todo cuanto
nos ha sido entregado.
Fernando Alda Sánchez
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